viernes, 12 de febrero de 2010

Sin palabras

El acto mismo de seleccionar es una forma de narración. Escoger habla de uno, como leer un libro subrayado por otra persona puede hablarte de quién es y de cómo piensa.

Mientras más grande sea el universo de opciones disponibles, más habla sobre uno aquello que uno escogió.

Así, muchas veces una imagen no tiene más que hacer que estar ahí. Sin palabras. Sin comentarios. Una imagen ajena que se vuelve propia en un sentido muy particular, muy íntimo. Y que se vuelve un compartir íntimo y particular porque está en tu espacio. Y eso ya dice bastante.

domingo, 7 de febrero de 2010

85 mujeres sin ropa

Entonces entran 250 personas vestidas de gala al gigante salón de la galería, con una copa fría de vino blanco, como lo hacemos siempre, esperando ver arte, y sentirnos un poco más dioses, o sólo un poco más cultos, esperando derramar nuestros conocimientos en un trabajo a veces azaroso de alguien que simplemente se atrevió a hacerlo. Copas de vino blanco y trajes de gala. La obra. 85 mujeres desnudas formando un rectángulo. De pié. Ahí. Dando el pecho a los visitantes. Nosotros, tan acostumbrados a solaparnos tras nuestros trajes de gala, nuestras copas de vino y nuestros conocimientos, nos encontramos con 85 mujeres sin ropa, sin historia, sin orden, sin un sentido, solamente ahí. Siendo. Nos sentimos más desnudos que ellas, bajamos la mirada, bochorno interior, muy propio, golpea a cada uno en su cada cual inconfesable. Levantamos la mirada, nos recomponemos y agregamos a nuestros trajes de gala y nuestras copas de vino unas pinceladas de razón. Nos derramamos en palabras. Buscando sentido. Explicando el sentido. "Un paso hacia el lugar correcto". "No es para nada sexy". "Esperaba que no fueran tan comunes". "Es bueno que sean comunes". Están de pie. Falta algo. Es extraño. 250 personas de bien tratando de entender qué hacen 45 seres humanos sin ropa, sin copas de vino, sin gala, sin pensamientos, sin causas, sin vanidad, sin razones, sin palabras. No nos concebimos sin nuestros artilugios. Nos parece de exhibición ser tan básicos. Nos parece tan extraño que lo vamos a ver a una galería como una obra de arte. Lo es. Hay un millón de razones por las que lo es. Mencionarlas sólo nos aleja de la absoluta belleza del momento. Describirla sólo nos pone cada vez más del lado de los vestidos de gala y menos del lado de las mujeres desnudas. Estamos ahí. Debajo de las pieles de nuestras pieles. Más desnudos que ellas. Más cobardes que ellas. Por eso bajamos la mirada, explicamos, criticamos. Un aplauso. Ellas se levantan, dan media vuelta y se van. Desazón. La desazón de nuestra miopía. Un gran espejo. Lo más respetuoso que podría uno hacer es deshacerse de su ropa y estar. La total comprensión.