viernes, 21 de enero de 2011

Si uno pintara...

A propósito de la obra de Jenny Saville.

Si escribiera poesía quisiera que se viera así. Sabe quien ha pintado que cuando uno ve pinturas se hace esa preguta íntima ¿podría hacerlo? a veces la respuesta es sí, otras veces nos quedamos humillados ante la maestría técnica. Sólo unas pocas veces ves algo y dices... si pintara, pintaría así. Carajooooooooo.










Se requiere de cierta pericia para hacer que ésto se vuelva una delicia. Nos sentimos algo Lécter. Gracias Jenny.

lunes, 10 de enero de 2011

El otro lado de la vitrina


A propósito del trabajo de Richard Billingham, fotógrafo británico que logró notoriedad retratando a su extrañamente corriente familia. Al principio uno no logra deshacerse del fastidio de ver imágenes a las que se les siente el aire pesado de una casa oscura y sin mucha ventilación, donde conviven, o mejor, soportan su existencia sus padres, compartiendo más malos que buenos momentos. No puede uno evitar imaginarse a esos dos señores, unos 30 años atrás, inundados de vanidad en la bohemia historia de la rebeldía.
Se me vienen las imágenes de los dos, ella mucho más delgada, con el cabello más largo y con sus brazos generosamente tatuados, seguramente una imagen poderosa para un joven alto y rubio, al que se le ve tan bien el cigarrillo colgando de su labio inferior. No conozco la historia, no sé si se casaron, a lo mejor simplemente compartieron vidas después de un inesperado embarazo. Y la verdad no importa, ese es el poder de las imágenes, que te permiten construir el resto de la historia, te dejan hacer uso del derecho de equivocarte inventándolas.
Hoy se encuentran a través de la descarnada lente de su hijo en el espacio que construyeron, sin querer, sin imaginarse, sin soñar, un espacio evasivo donde más que vivir se huye de la vida, que apesta a quejas y a reclamos, en la miope existencia de los dos. Más cojones, más visión la que tiene Billingham de exhibir su propia historia, la intimidad familiar que casi siempre nos sonroja, o las ganas de volverlos bufones de sus imágenes, burla o admiración, quién sabe. Lo único cierto es que el retrato descarnado, sincero y maloliente de una existencia sin ninguna gracia se ha convertido en un objeto estético. Los papeles de colgadura viejos, las alfombras añejas, el desaseo, el gato sobre la cama, sobre la comida, las botellas a medio acabar, los ceniceros llenos. La discusión, la eterna ebriedad, la fealdad. La galería, la revista de arte, el crítico, la exhibición, los comentarios eruditos, el análisis. Ya dirá Billingham cuando ve a su papá borracho sentado abrazando la taza del sanitario en una imagen impresa en alta resolución, enmarcada impecablemente y colgada en una inmaculada galería, o en un museo de arte moderno: sabía que iba a sacar a mi papá de esa pocilga. Esa pocilga que es la vida real, que todos vemos cuando nos levantamos y abrimos los ojos, porque simplemente no nos despertamos en medio de las paredes blancas de un museo, nos despertamos en medio de nuestras pequeñas miserias.




Cerramos los ojos y nos imaginamos que todo sigue igual, que ese joven rubio con su cigarro blanco no se ha convertido en un alcohólico, y que nuestros brazos no han crecido hasta medir lo que medían nuestras piernas, que seguimos tan bellos y tan inmunes. Algo ha de estar pasando con las imágenes que exhibimos, que llega el momento en el que los modelos que antes aparecían en los afiches, ahora observan curiosos con un vaso de whisky en la mano el visionario trabajo de este fotógrafo transgresor con una fuerte subversión conceptual estética, que lo único que ha hecho es mostrar la vida tal y como es. La vitrina sigue ahí, sólo que ahora el observador se convierte en observado. Qué delicia.

The Lost Tribes of New York City

Les comparto este video, realizado por londonsquared, por el simple gusto de verlo. La ciudad es una materia prima inagotable para un observador atento. Deconstruir el paisaje, mezclarlo y redefinirlo.


The Lost Tribes of New York City from Carolyn London on Vimeo.